sábado, 31 de marzo de 2007

Medellín y la lengua: micro-crónica#2


El aire huele a gasolina quemada y a lluvia. Estoy en Medellín, tierra montañosa y mojada. El verde lo impregna todo. Aquí se han dado cita 60 escritores del Grupo Planeta. Yo incluída. Me enteran de que, como parte de las celebraciones, visitarán la ciudad los Reyes de España. Es la segunda vez en mi vida que me topo con ellos- una, como estudiante en Puerto Rico, durante los años 80. Y la otra ahora.

La cuidad es una cuidad proleta- se nota. El centro está lleno de talleres, tiendas, bellos chichorros yerberos con cuanta rama de especias y hojas para tés medicinales se pueden imaginar. Entro a una, nada más que para aspirar. El olor contrarrestra el ácido gas de la contaminación.

La cuidad se levanta. La gente es cálida y accesible, con esa accesibilidad de quien trata a los extraños como si fueran vecinos de toda la vida. Trato proleta. Por las calles me detienen gentes que me han visto por televisión, dando mis charlas. "Y ¿dónde puedo conseguir tus libros? Yo escribo mi poquito también" me dicen. "te voy a hacer llegar mi poemario. ¿Te están tratando bien? ¿Te estás amañando?'

Recorro la cuidad dos veces; una con Rosa Beltrán, la escritora mexicana. Con ella visitamos el parque Botero, la Biblioteca EBLM hasta el barrio Boston y la biblioteca parque La Ladera. Tierra de sicarios. Pasamos una tarde hablando con los chicos de literatura. Si para esto sirve ser escritora, creo que escogí la profesión que más me cuadra. Me encantó hablar con los muchachos del lugar.

La segunda vez fue con Fernando (de Afaguara Argentina) y mi amiga Marisol Palés. Fuimos hasta la Catedral Basílica Metropolitana. Desafié a Fernando a que contara los ladrillos que la componen. Dicen los paisa que esta es la construcción en ladrillos más grande del mundo.

Los paisa, tan orgullosos de su ciudad...

Pero lo que más asombra es cómo logran de un brochazo borrar la imagen de violencia y de metralla que para el mundo puede ser Medellín. El Cartel se difumina bajo la sombra de las estatuas de Botero. La coca desaparece bajo los olores de las boticarias. La gente, pujante, reconstruye su cuidad, el imaginario de la cuidad. Como si la lluvia estuviera ayudando a limpiarla todas las tardes.